1. Christoph Cox afirma que la música ha sido considerada tradicionalmente como un arte no representacional, al carecer de la fuerza referencial de las palabras o las imágenes. La hegemonía de la visión descansa en su capacidad de establecer un régimen de distancia polarizadora estructural -permite distinguir claramente entre sujeto y objeto en el espacio-, que posibilita la asignación de identidades fijas: el campo visual se puebla de multiplicidades discretas. Cox sostiene que, por el contrario, la escucha consiste en una experiencia de inmersión que desafía la uniformidad espacial. Allí la identidad no es más que un efecto secundario, atada a la fluctuación temporal de los eventos que acontecen: el espacio sonoro es un flujo de multiplicidades continuas. Este déficit para contener lo discreto y estable es lo que permite que tradicionalmente se identifique lo sonoro y musical con lo abstracto, lo irrepresentable y lo asignificante.

2. Una ontología sonora materialista traza un espacio donde no hay manera de postular sustancias que porten identidades inmutables. Pensar el mundo bajo un esquema sonoro es entenderlo en términos de continuidades táctiles y perturbaciones perpetuas: todo deviene elástico en su discurrir. Lo envolvente del sonido no es simplemente una dimensión ampliada de la sensibilidad o de la inteligibilidad. Es la borradura de límites, la transmisión y participación en una dimensión compartida donde sujeto, objeto y medio son reversibles entre sí. Se trata, como sostiene Emanuele Coccia, de una experiencia atmosférica, de la mixtura. La plasticidad del sonido pone de manifiesto una promiscuidad ontológica de los objetos, desafía las imágenes claras y distintas de la metafísica de la sustancia.

3. En la medida en que lo sonoro siga midiendo sus pasos en función de una topología centrada en la distribución de los sentidos humanos y cómo desde ellos se estructura una experiencia antropocéntrica, no hay posibilidad de adentrarnos en las verdaderas complejidades ontológicas que conlleva el problema del sonido y su materialidad: nunca nos da un objeto sustancial o una experiencia donde reconocernos. Dar paso a una ontología sonora materialista implica rechazar toda metafísica de la música y los discursos asociados a ella. Para Brian Kane lo sonoro no es la revelación de lo trascendente o la manifestación de lo oculto: no viene a religar ninguna separación. Esa preocupación le corresponde a la música y su tekné.

4. Una ontología de estas características se vuelca en la agencia productiva de lo sonoro en un entramado material susceptible y sensible a la vibración. El sonido adquiere una doble dimensión, es agente y es afecto. Se trata de sumergirnos en un campo ontológico expandido que se abre desde lo sonoro. Coccia retoma el motivo de la inmersión: “para un ser sumergido, el mundo –el mundo de la inmersión- no contiene verdaderos objetos. Allí, todo es fluido, todo existe en movimiento con, contra o en el sujeto. Propiamente hablando, es un universo sin cosas, un enorme campo de acontecimientos de intensidad variable”. Lo inmersivo puede ser entendido como un espacio de mixtura y despliegue de la pluralidad. Rechaza la aproximación sustancialista que, al separar al individuo de sus accidentes, inmuniza y preserva lo idéntico de la influencia del medio.

5. Ser individuo es contener distintos potenciales que pueden actualizarse junto a un otro. Sostener que la individuación es un proceso implica que el individuo particular -apariencia de sustancia- no es más que la abstracción de un instante: la unidad es crono-topológica, accidental, un punto del devenir material-energético y su despliegue de formas. En Deleuze la diferencia entre lo que aparece y las condiciones de posibilidad de su aparición no remiten a una instancia trascendental, sino que están inscriptas en el diagrama de fuerzas que moviliza la materia: lo virtual es inmanente, está en la materia. Fantasía es la facultad de representar estados de cosas que no son de hecho. Para una ontología sonora materialista, la diferencia no sólo es una operación textual, propia de la interpretación o la representación, sino que está inscripta en un plano mucho más básico: si el individuo -como el sonido- jamás están actualizados por completo sino en perpetuo devenir, entonces la materia es diferencia. Por lo tanto, es por ella y en ella -no en la abstracción- donde habita la fantasía.

Santiago Johnson

FANTASÍA Y ABSTRACCIÓN "CONCIERTO ACUSMÁTICO" CON OBRAS DE LOTO RETINA (UNE GROTTE DANS BAUGES, 2018), ELSA JUSTEL (YEGL, 2006), FRANCISCO KRÖPFL (REINTERPRETACIÓN DE MÚSICA PARA LA TORRE DE MAURICIO KAGEL, 2018), AYLU (CAMPANAS EN LO PROFUNDO, 2019). PROGRAMACIÓN DE MIGUEL GARUTTI Y SIMÓN PÉREZ, ACUARELA DE ANDRÉS GORZYCKI, ALMOHAONES DE DANA FERRARI, TEXTO DE SANTIAGO JOHNSON, AÑO 1 CONCIERTO 1. 22 DE JUNIO DE 2019 20HS. LABORATORIO DE INVESTIGACIÓN Y PRODUCCIÓN MUSICAL. CENTRO CULTURAL RECOLETA. JUNIN 1930. BUENOS AIRES.